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Mr. Scrooge no existe

Mr. Scrooge no existe: Por qué piensas que tu jefe es tan capullo y tú tan tonto

Pocas cosas han causado tanto daño a las personas trabajadoras como el mundo Disney. En particular la fábula del cuento de Navidad de Charles Dickens.

Cuento de Navidad fabula acerca de como un jefe malo malísimo (Mr. Scrooge) trata de forma desconsiderada no solo a su atareado empleado si no también a su familia. Tras la visita de tres fantasmas del pasado, presente y futuro, el temido Mr. Scrooge se vuelve generoso, bueno, y achuchable. Es muy bonito y hasta lacrimógeno, pero también muy equivocado.

Error número 1: Mr. Scrooge no es malo. Simple y llanamente Mr. Scrooge es diferente. Lo que le hace diferente es la falta de empatía.

Error número 2: Mr. Scrooge, en el caso que existiera, nunca podrá cambiar. Ya que la empatía sólo se modula, nunca se cambia.

Imagínese, amable lector, una línea continua tan larga como una pantalla de ordenador. Imagínese una marca en la mitad, otra línea cerca del extremo izquierdo y otra línea cerca del extremo derecho. Al extremo izquierdo le llamaremos “FALTA TOTAL DE EMPATÍA” y al extremo derecho SOBRA

 

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FALTA                                                                                                             SOBRA

 

Las personas que están entre las dos líneas de la izquierda es lo que se conoce como psicópatas puros. Un 1% de la población es un psicópata puro.  Tienen una falta total de empatía.

Las personas que están entre las dos líneas de la derecha son lo opuesto a la psicopatía y pueden llorar todo el día porque han visto un perro cojo por la calle y sufrirán muchísimo por él. No es muy agradable vivir así.

Vamos a fijarnos en el extremo de la izquierda ya que es improbable que en el extremo de la derecha esté el jefe de nadie.

Dado que la empatía es la capacidad de ponerse emocionalmente en el lugar de los demás, se deriva que las personas de la izquierda del todo tienen una capacidad NULA de entender las emociones de otra persona. Pueden pensar en qué van a hacer los demás, pueden simular que apoyan a los demás, pueden esperar algo de los demás, pero NUNCA podrán vincularse emocionalmente a los demás, porque no pueden.

No son malos. Son diferentes. Sus conductas con malas para quienes les rodean, pero no son “malos” en el sentido de la palabra. No tienen deseos de hacer el mal. Simplemente son fieles a su naturaleza.

Pueden ver a un familiar llorar y morirse de pena sin que ellos sientan absolutamente nada. Sí aprenden a simular, pero no sienten lo que usted probablemente sienta. Ni a años luz.

Los psicópatas no son asesinos en serie por mucho que Hollywood los muestre así. Los asesinos los hay de toda raza y condición, aunque la mayoría, eso sí, son varones. Las personas adultas conocen una media de unas 300 personas. Hay un psicópata cada 100 personas. Usted no conoce a 3 asesinos en serie. Sin embargo, seguro que conoce a más de un psicópata.

Pero no, tu jefe seguramente no sea un psicópata. No está tan en el extremo de la línea. Tu jefe simplemente está en el lado izquierdo de la línea. ¿Por qué?

  • Tu jefe te puede mandar trabajar un fin de semana sin que se le mueva una ceja.
  • Tu jefe te puede mandar doblar turnos y luego hablarte de fútbol.
  • Tu jefe te puede despedir y dormir como un angelito.
  • Tu jefe te puede bajar el sueldo y sonreír amigablemente.

¿Tú no podrías? Por eso has aguantado leyendo hasta aquí…

Las personas más hacia la izquierda son aquellas personas “dirigidas a objetivos”. Bonito eufemismo utilizado en las empresas para hablar acerca de aquellas personas que anteponen sus objetivos personales al bienestar de sus compañeros, empleados e incluso jefes.

¿Son personas malas? Insisto en que no. Son diferentes. Y es importante que conozcas la diferencia y porqué medran en las empresas.

Me desvío un poco. ¿Para qué ciertas personas crean las empresas? Para ganar dinero. Para ganar DINERO. PARA GANAR DINERO.

Si no lo ha entendido cópielo cien veces en un papel. Las empresas existen para ganar dinero. Haciendo casas, vendiendo cartones de bingo, poniendo copas, dando de comer, fabricando tornillos o lápices, vendiendo viajes, creando competiciones deportivas, confeccionando y vendiendo ropa, desarrollando plataformas digitales, creando vehículos. Ponga la tele cinco minutos y verá decenas de ejemplos. Las agencias de publicidad, por cierto, también son empresas.

Las empresas para ganar dinero necesitan recursos. Una empresa que fabrique y venda lápices necesita dinero para levantar una fábrica. O una firma de abogados necesita alquilar oficinas. Se necesitan ordenadores, vehículos, maquinaria, tratar con la Administración… y PERSONAS.

Necesitan PERSONAS que trabajen en sus negocios y vendan sus productos. Y necesitan que esas PERSONAS hagan lo que tienen que hacer.

¿Cómo se aseguran las empresas que las personas hacen lo que tiene que hacer? Con otras PERSONAS. Las Personas-Jefe.

Las Personas-Jefe pueden ser de muchos tipos. Súper jefes, mini jefes… pero todas tienen en común el deber de hacer que las personas trabajen como deben. Es lo que los consultores llaman “hacer-hacer”.

Es por todo ello que las Personas-Jefe que pertenecen a la izquierda tendrán ese trabajo mucho más sencillo que las Personas-Jefe empáticas que sufrirán porque sus empleados lo pasan mal, o porque sus empleados no les hacen caso.

Las Personas-Jefe-Izquierda (nos entendemos, ¿verdad?), desarrollarán su trabajo de forma eficiente, y son muy valiosas para las empresas. Porque conseguirán que usted hagas su trabajo, y cuando no seas necesario podrán apartarle sin que ellos sufran lo más mínimo.

La empatía es como el color de los ojos, se puede modular, pero nadie de ojos azules aparece un día con los ojos negros. Y si es así desconfíe…

Dicho esto, sería muy injusto calificar sólo a los jefes como personas con poca empatía. Los hay en todas partes. Parejas, “amigos”, colegas, familiares, colaboradores, compañeros, etc.

Por todo ello no espere que su jefe o esa persona tan difícil que solo va a lo suyo vaya a cambiar mañana. Ni en la mañana de Navidad. Acéptelo, adáptese y sonría. Su jefe nunca entenderá porqué es usted tan feliz. Y eso también tiene su gracia.

Jubilación, el falso paraíso

La jubilación, por qué, en el fondo, nos asusta un poco a todos pensar en ese momento

La jubilación se dibuja como el destino dorado para los trabajadores, sin embargo, ¿es realmente así siempre? ¿Siempre funciona bien? ¿Nos asusta? Vemos el porqué no es oro todo lo que reluce.

¿Verdad que todo el mundo felicita a las personas que se van a jubilar? ¿Y que todo el mundo pregunta “cuándo te jubilas” a las personas que aún le quedan incluso años por delante para jubilarse?

El Dorado

La jubilación es considerada como El Dorado. Tiene innumerables ventajas: se cobra sin trabajar, no hay que aguantar a las personas que se tengan a cargo o estén por encima en la organización, no hay más problemas con clientes ni proveedores, se acabó la calidad del producto, las normas medioambientales, los accidentes laborales, los informes de fin de mes, los presupuestos anuales, las inversiones, los eternos días de trabajo fuera de casa, la presión, y un largo etcétera de situaciones y personas con las que no hay que realizar esgrima para cobrar cada mes.

Y sin embargo…

Sin embargo, a muchas personas el momento de la jubilación se le espera como la llegada de una etapa incierta, en la que una persona se acuesta jefa de ventas y se levanta siendo abuela. O se acuesta siendo un inspector muy considerado y al día siguiente solo se espera de él que inspeccione las obras del Ayuntamiento y haga algún recado.

En el fondo a muchas personas temen la jubilación.

Otras personas no lo piensan, entienden que es algo que ya llegará y no sienten especialmente alegría o miedo, simplemente se encuentran de bruces con la realidad cuando aparece. “Si con mis hijos y nietos no tendré tiempo para nada” ¿Eso es cierto? Y de ser así ¿Cuánto tiempo durará eso?

La realidad es que la jubilación puede aparecer en cualquier momento. Un despido, una reorganización, un cambio de escenario en la empresa puede acabar con los mayores de 50 años con una indemnización y una prejubilación. Esto suele causar cierto estupor.

Desde pequeñitos nos introducen en la gran rueda obligatoria del colegio, estudios especializados y el trabajo. ¿Qué se espera de los jubilados? Nadie espera gran cosa. Entonces todo lo que hemos hecho en nuestra vida académica y laboral se vuelve inútil. ¿Y los cursos de inglés? ¿Y los másteres? ¿Y mi FP? ¿Y mi carrera? ¿Mis años de experiencia? ¿Es que nadie me va a preguntar nada? ¿Ya no sirvo para nada? Poco a poco muchas personas empiezan a temer la etapa de la jubilación.

El difícil proceso de adaptación

En mayor o menor medida, aunque muchos digan encontrarse en el paraíso, las personas sufren como la sociedad les aparta. Se pasa de tirar del carro a subirse a él y ser una carga. El efecto “vacaciones” que sigue a la jubilación se agota. No es fácil adaptarse a la jubilación, ni rápido.

El trabajo también tiene beneficios

Para que la jubilación no sea más traumática de lo que es de por sí cualquier cambio, es necesario que se tengan en cuenta los beneficios del trabajo que nunca se enumeran, y van más allá del simple salario:

  • Estructura y da un sentido al día, la semana, los meses y los años, dividiéndolos en periodos laborales y de descanso. Además, deja estipulado en qué horas se debería dormir. Por ejemplo, una persona que trabaje de 8 a 17 horas, con 1.750 horas laborables y 25 días de vacaciones tiene automáticamente organizado cada día y cada mes del año.
  • Facilita y obliga a las relaciones sociales. Con compañeros, jefes, colaboradores, clientes, Administración Pública, proveedores… un profesional puede tener en su teléfono hasta cientos de contactos. Un día cualquiera la persona habrá adaptado su conversación a personas más jóvenes, más mayores, de diferente orientación sexual, raza y cultura. Un chófer de camión por ejemplo, tendrá que lidiar con su jefe, los clientes donde deja la mercancía o donde la carga y con las innumerables personas con las que tiene que derrochar paciencia para hacer su trabajo.
  • El trabajo también promueve la motivación y la sensación de logro. El acabar un informe importante a tiempo en forma y fondo, cerrar una venta, finalizar un proyecto, genera una sensación del deber cumplido que es comparable con muy pocas cosas.
  • Mejora la percepción social. Los trabajadores son respetados por el entorno social. Están mucho mejores vistos que los parados o personas que no trabajan. Es imposible, por ejemplo, no sentir simpatía por los sacrificados autónomos en su continua lucha contra las trabas públicas y privadas.
  • El trabajo ofrece un continuo aprendizaje. Tanto de nuevas tecnologías, como nuevos procedimientos y nuevas relaciones. Las personas que trabajan, por lo general, se mueven con soltura en el mundo digital, relacional, conocen los tiempos de la Administración Pública, etc.

Más allá de otros beneficios económicos, el hecho de trabajar da un sentido y estructura el tiempo, facilita relaciones sociales, motiva, incrementa la percepción social y da un aprendizaje continuo.

Viendo la jubilación desde otra perspectiva

Por todo ello no hay que ver la jubilación como el Nirvana, ya que habrá una pérdida de todos estos beneficios secundarios que trae el trabajo de la mano. Llegados a este punto cabe preguntarse, ¿y no se supone que hay que descansar? La respuesta es sí. Sí, pero.

La jubilación es un cambio y un proceso. Como todos los cambios genera estrés y cierta dosis de ansiedad. Nadie va a levantarse después de tres años jubilado con ganas de “descansar” de sus años de trabajo. Es necesario que la jubilación se planifique con tiempo. El concepto va mucho más allá de los planes de jubilación de los bancos. Es necesaria una reunión de alto nivel consigo mismo para planificar cómo quiero vivir mis años jubilado. ¿Cómo voy a sustituir las relaciones sociales? ¿Qué voy a aprender? ¿Qué me va a motivar? ¿Puedo crear algo? Y, sobre todo, ¿cómo voy a estructurar mi tiempo? La jubilación ha de ser dinámica.

El sofá, ese enemigo silencioso

Una advertencia. El sofá es uno de los grandes enemigos de la salud. Si no se utiliza con precaución genera obesidad, pereza, depresión, ansiedad, estrés… Si sus planes de jubilación pasan por estar más rato en el sofá, créame, está muy equivocado. El cuerpo y la mente han de estar ocupados para estar sanos. Piense en una persona felizmente jubilada y difícilmente se la imaginará pasando las horas muertas en un sofá, por mucho que le guste leer o ver la tele. Estructurar el tiempo y llegar cansado a la cama por la noche son pilares básicos de la salud.

Piense en su jubilación. Y no en el aspecto económico. De usted mismo depende que sea la mejor y más bonita etapa de su vida.

 

La torre continua – Página 10

Para fabricar un ladrillo necesitamos mezclar arcilla y agua. De igual modo para fabricar una Unidad de Respuesta necesitaremos tejido y neurotransmisores.

En la Figura B puede observarse un ladrillo azul y uno rojo. Para simplificar el modelo al máximo se ha tomado el ladrillo azul como alegoría de una Unidad de Respuesta consciente, y el ladrillo rojo como una Unidad de Respuesta no consciente.

Respuestas conscientes son: hablar, saludar, reír, cantar, saltar, pensar… Respuestas no conscientes son: el proceso homeostático, el latido del corazón, el proceso digestivo… y muchos procesos mentales.

Esta división es muy simple. Realmente habría que rellenar cientos de páginas para discernir lo que es un proceso consciente de lo que no lo es, incluso habría quien defendería que los procesos plenamente conscientes no existen. Hay que recordar que como todo modelo hay que recurrir a la simplificación. Todos tenemos nuestra propia idea de lo que hacemos conscientemente y de lo que no.

En la Figura C puede verse una capa de ladrillos azules y rojos. Pueden reflejar lo que está realizando el lector ahora mismo. El proceso de lectura que es consciente (azul) su postura elegida conscientemente (azul) y un montón de procesos inconscientes (digestión, circulación, regulación de la temperatura corporal).

La clave es el martes

Cómo discriminar un buen cambio de trabajo

Si por primera vez se quiere entrar en el mundo laboral, o si ya se llevan muchos años, lo normal es que en un momento dado haya que tomar una decisión. ¿Acepto una oferta de trabajo? ¿Acepto un ascenso? ¿Me presento para sustituir a un compañero durante sus meses de ausencia? Puede ser que la persona lo vea clarísimo con lo que no hay ningún problema, pero también es probable que la persona dude. Y mucho: ¿Qué pasará en mi casa si tomo esta decisión? ¿Qué me dirán en el trabajo si no me presento? Y un largo etcétera de preguntas comunes para las personas que somos indecisas. Partiendo de la diabólica base de que no decidir nada es también una decisión, se han escrito miles de textos acerca de cómo tomar decisiones. A saber: lista de pros y contras, tomar la decisión en familia, tomar la decisión en pareja, comparar corto y largo plazo, consensuar vida familiar y laboral, lanzar una moneda y ver qué cara se me queda al ver el resultado, etc.

Todos estos consejos acerca de cómo tomar una decisión son muy buenos, pero tienen el inconveniente de ser poco concretos. Una lista de pros y contras está genial. Pero después de hecha seguramente la persona se quede igual de indecisa. Es por ello que me gustaría compartir un consejo que me trasladó una persona que posee la extraña virtud de la sabiduría.

Fíjense sólo, única y exclusivamente en el martes. El martes. Compare sus martes de hoy en día con los martes de después de su cambio. Haga el mayor esfuerzo mental posible, escriba, dibuje, pida ayuda para el martes.

¿Por qué el martes? ¿Por qué es tan importante ese día tan insulso? La división de la semana en 7 días (sea o no por mandato divino) estructura toda nuestra vida. Nos estructura los periodos de trabajo, estudio, ocio y descanso. Imagínese que está pensado en un ascenso. O en un trabajo nuevo fuera de la ciudad en la que vive. Digamos que ese ascenso tiene ciertos beneficios socialmente percibidos: sueldo, cierta dosis de poder y glamour. El momento de disfrutar de ello seguramente sea el fin de semana. Familiares y amigos le verán como un triunfador. Llevará más dinero a casa. Puede que tenga que trabajar esos fines de semana, pero su aura brillará bastante. Sin embargo, de lunes a jueves existirá una contraprestación. Es ahí donde hay que pensar en los martes. ¿Dónde y cómo me voy a despertar el martes? ¿Cuántas horas trabajaré? ¿Me gustará mi trabajo? ¿A qué hora me dedicaré a mi vida personal? ¿Tendré espacio para familia y amigos?

Los fines de semana son cortos e irreales. No se puede basar la vida en ellos. Sin ir más lejos los domingos son extraños y oscuros profetas de la semana siguiente y normalmente hay que dedicarlos a preparar la semana, viajar… (su mente estará YA trabajando).  Si ustedes están deprimidos los domingos es que tienen muy malos martes.

La vida real sucede los martes. Es lo que hacemos, lo que vivimos, lo que somos. El tiempo que dedicamos al trabajo y a nuestra vida personal.

La situación es mucho más complicada si hay niños en casa. ¿Por qué? Para responder a eso espero que les guste la ciencia ficción. ¿Han visto alguna película que los protagonistas viajan en un cohete durante un año y al volver a la Tierra han pasado 5 o 10 años? Es una consecuencia de la Ley de la Relatividad. Pero, aunque no se lo crean, con los niños pasa lo mismo. Los adultos van en naves espaciales, mientras que los niños se quedan en la Tierra. El tiempo para los niños pasa MUY despacio. Recuerden su infancia, lo larguísimas que se hacían las semanas. Un viaje de trabajo de una semana para un profesional es muy poco tiempo. Para un niño es una pequeña eternidad. El sistema nervioso de los niños está en pleno aprendizaje y adaptación al medio. Cada segundo es procesado y degustado. Si la decisión de trabajo pasa por ver menos a los niños recuerde lo siguiente: cada día fuera para un adulto son tres para un niño. No es una afirmación melodramática. Lo importante es ser consciente de todos los datos.

¿Quizá está aburrido en el trabajo y necesita un cambio? ¿Quizá no puede permitirse el lujo de elegir? Todo eso está bien. Si su martes va a ser mejor el cambio será mejor. Y si no puede elegir, ¡magnífica noticia!, no hay que tomar ninguna decisión.

Así pues, tome todo esto, mézclelo en una coctelera llamada martes y vea dos películas. La de hoy y la de mañana. Después elija que peli le ha gustado más.

¡Buen martes!

La torre continua – Página 11

Puede verse como en un momento dado el individuo genera un gran número de respuestas conscientes y no conscientes, todas ellas adaptativas al entorno externo e interno de ese momento.

En la Figura D puede verse una construcción de varias capas. La Torre Continua. Al fin y al cabo, el tiempo es continuo y también continuamente el Sistema Nervioso genera respuestas adaptativas vinculadas a sus propias respuestas anteriores. A la sístole le sigue la diástole, a la sensación de sed pensar en beber, al cansancio bostezar, a la sensación de frío pensar en abrigarse, a la emoción de alegría pensar en un abrazo…

No sólo las repuestas conscientes siguen a acciones previas conscientes. Ni sólo no conscientes a las no conscientes.

La orden fisiológica a ser consciente de la sensación de hambre es no consciente, pero le sigue una acción consciente de pensar dónde habrá comida. Acabar un problema complicado de matemáticas conscientemente conlleva una respuesta inconsciente de alegría.